jueves, octubre 08, 2009

Por una luz

“Tengo 65 años aunque usted no me lo crea, nací por ahí de 1944 no recuerdo bien que día ni la hora, pero decía mi madre que me había parido una noche en pleno verano cuando los grillos cantaban, ella no sabía sí sudaba por el cansancio de la labor de parto o por el pinche calor infernal que se sentía allí, entre puje y puje salí disparada por el piso de tierra que me lleno todita como de chocolate, por eso es que todos me llamaban “chocolatita”. Crecí en un cuarto con 3 hermanos mayores: La Juana, la Rosa y Juanito “el chino”, mi amá, mi apá y mis dos abuelos los papás de mi amá, éramos una bonita familia… tan disfuncional como cualquiera, pero bien unidos por los lazos de sangre, hasta que cumplí 18 y decidí abandonarlos para buscar suerte por mi cuenta en la ciudad.


Allá tenía a mi madrina Jacinta que siempre me dijo que podía ir cuando quisiera y que sus puertas estarían abiertas para mí, lo que nunca me dijo es que la ciudad era un inmenso mar lleno de pirañas que esperaban ansiosas su presa, y yo siendo una joven pueblerina e ingenua era perfecta para el puesto. Desde que bajé del autobús tuve problemas, primero porque me dejó en un lugar que no era, luego unos ladronzuelos me robaron la bolsa en donde traía mis monedas y luego porque no sabía leer y no daba con la dirección de mi madrina Jacinta. Pero ya luego con unos meses te vuelves bien chilanga y nadie te hace nada.

Al principio trabajaba en las casas ayudando a la limpieza y en la cocina, no tenía tiempo de nada y yo que era tan joven tenía inquietudes; quería estudiar para aprender a leer y escribir, quería andar de novia y quería conocer la ciudad. En el pueblo los que llegaban de la ciudad volvían engrandecidos quesque con cultura y a los demás nos miraban de reojo, por eso pensé que podía darme esos lujos.

Ya había cumplido 3 años ahí y oficialmente era una mujer adulta y ya había dejado la casa de mi madrina porque encontré un trabajo en donde me pagaban bien y hasta aprendí a leer y escribir, pero tenía que pasar ahí gran parte del día, por eso me propusieron quedarme de planta, cuando la patrona me dijo no entendí a que se refería con eso de “planta”, (risas) ya me veía ahí en el corredor bien paradita sobre una maceta. En poco tiempo me convertí en la empleada de más confianza y cuando los patrones salían me dejaban toda la responsabilidad a mi, hasta me daban el dinero para pagarles a todos. Recuerdo que en una ocasión los señores salieron al extranjero y se iban por 3 meses, yo me quedé como la “señora” me tenía que encargar de todo hasta de hacer llamadas a los de la luz que nos la habían quitado y siempre pagamos a tiempo. Les llamaba todos los días para reclamar y sólo me daban largas, les llamaba con más molestia al día siguiente y me decían que estaban arreglándolo, y así por varios días hasta que los amenacé con interponer una fuerte demanda; ese día por la tarde tenía al gerente general de la compañía de luz tocando en las puertas de la casa: - pase usted señor gerente general- le dije yo mientras le hacía reverencias, miro por todos lados, se dirigió al sótano unos cuantos movimientos con el martillo y listo, la luz había vuelto. Subimos a la sala y le dije: -¿cuánto hay que pagarle?- y me incliné para sacar los recibos y el dinero, cuando menos sentí lo tenía acariciándome por debajo de la falda, y es que yo no estaba de mal ver, pues apenas como con 22 añitos, ¿cómo no iba a querer comerme ese cabrón?, total que ese día pues pasó lo que tenía que pasar y ya no nos volvieron a cortar la luz nunca más, también dejamos de pagarla, a cambio de vez en cuando el gerente general iba a visitarme; fue lo más cercano a un novio que tuve. Luego me pidió que trabajara para él y me llevó a su casa que era más modesta, pero había más trabajo porque era yo sola, él trabajaba todo el día y yo me aburría mucho ahí, así que poco a poco mi deseo de conocer la ciudad se iba realizando, empecé por los parques y ahí conocía a otras personas que me llevaban a otros lugares como los museos, las cafeterías y los restaurantes, poco a poco me fui cultivando y de pronto ya hasta leía libros de autores antiguos… en algún momento el gerente general de la compañía de luz se fue alejando de mi hasta que prácticamente éramos un par de desconocidos viviendo bajo un mismo techo, seguro que se estaba cogiendo a alguna otra y por mi parte hacía lo que me competía. Desde el parque hasta la literatura hubo algunos cambios en mi vida, ya no tomaba café de la olla, ahora por las tardes bebía un whisky en las rocas y tenía muchos acompañantes sexuales, una vez en una de las cafeterías se apareció un catrín muy alto, bien parecido y sin más se me acercó y me dijo: -Señora, es usted muy guapa y no me parece prudente que esté sola en un lugar como este, permítame hacerle compañía- y  se sentó junto a mi en la barra, todo el tiempo permanecí callada, me asombró tanto que no quería arruinar su interés en mi abriendo la bocota, de pronto se levantó y me pidió que saliéramos de tan vulgar lugar y nos dirigimos a su casa que estaba en la zona más elegante del centro de la ciudad. Sobra decir que su decencia se perdió al primer instante que estuvimos solos, yo acostumbraba pasear con mis amigos y terminar haciéndoles favores sexuales, pero a él no y yo no era una puta, así que lo aventé y él me regreso el acto con una bofetada, asustada me acorrale en la esquina donde había una mesita y cuando se acercó a mi le lancé la lámpara que estaba ahí directo a la cabeza, su cuerpo parecía un árbol cayendo, salí huyendo del lugar y nunca más me volví a parar en la cafetería esa, pero un día tocaron a la puerta de mi casa, pensé que era el gerente general de la compañía de luz que volvía temprano, pero no, para mi sorpresa era el mismo catrín no me extenderé con esta historia, pero él y yo nos hicimos muy amigos después. El catrín me contaba muchas historias que no eran de esos tiempos, era como sí pudiera volver a los años pasados en donde no había autos o como sí fuera al futuro en donde habían máquinas trabajando, a mi me daba la impresión de que era el mismísimo diablo.

Un día el whisky se nos subió a la cabeza y él mientras me metía la mano en la blusa me dijo que nunca me atreviera a mirarle los dientes, yo impactada y curiosa no hice otra cosa más que mirar atenta a su boca, pero era muy extraño que hablaba sin necesidad de abrirla entonces mi intuición de que era un ser de otro mundo se hizo más fuerte y cuando estuvo medio inconsciente en el sillón corrí a buscar las herramientas del gerente general de la compañía de luz, en una cajita empolvada encontré unas pinzas pequeñas con suficiente filo así que le abrí la boca y vi una cosa espantosa: tenía dos filas de dientes afilados como la de los tiburones, él ya no sentía nada y no se cómo pasó, pero de pronto ya le estaba arrancando uno a uno esos dientes, él se despertó, pero sus fuerzas se habían agotado y no pudo hacerme nada, hasta me suplicó . Desde ese día el diablo estuvo guardado en mi armario, obedeciendo mis órdenes y contándome datos importantes del futuro e historias del pasado.

Pero ahora en esta casota no se en donde ponerlo, me da dolores de cabeza escucharlo por todos lados al canijo, por favor deme una cajita para que se duerma de una vez por todas.”

-SEÑORA, ES HORA DE TOMAR SUS MEDICAMENTOS, VENGA ACOMPAÑEME – y así la loca y la enfermera entraron por la puerta del vestíbulo en donde Picasso pintaba, el maestro con nombre de maestra enseñaba ruso, Isabella cantaba y Carmina se ocultaba de la luz.


4 comentarios:

Francisco Palacios dijo...

Ja, que divertidos los psiquiátricos.

Buen relato, yo le pondría "Por una luz".

JACQUEL (antes wrutuu88uu) dijo...

entendido y anotado, Gracias!!!

Francisco Palacios dijo...

estoy conmovido pues veo que utilizó mi sugerencia.

Gracias

jacqueline dijo...

me conmueve más su sugerencia. Saludos