miércoles, diciembre 09, 2009

sawkill river (nada tiene que ver con el contenido, pero me encantó)

Un niño subía las escaleras con la mirada fija a su vela. -Don Pedro, ¿Ahí está?- decía con su tímida vocecilla, se quedaba quieto un momento esperando la respuesta a su llamado para así poder guiarse. -Don Pedro!- insitía, y al no obtener respuesta alguna seguía subiendo, alumbrando su camino con aquella lánguida luz de su fatigada vela. Don Pedro no estaba.

Aquel valiente caballerito pernocto en el techo del majestuoso edificio abandonado, enmohecido y casi demolido en donde el hombre que buscaba habitaba. Afuera, la ciudad seguía su rumbo intentando llegar viva a la mañana siguiente, en cambio el niño pretendía todo lo contrario.

El caballerito realmente no era valiente, era un pobre niño asustado y molesto, Don Pedro lo había abandonado a su suerte en esta inmensa ciudad, dejándole enseñanzas a medias y vales no canjeados para abrazos. Con justa razón ese pobre niño quería enfrentarlo para reclamarle su osadía; mira que ilusionarlo y luego así como sí nada hubiera pasado... se fue!!. A la mañana siguiente, el niño hipotérmico bajó molesto por las mismas escaleras que lo llevaron cerca del cielo, maldiciendo de acuerdo a lo que su inocencia le permitía: -Pinche Don Pedro!- le escuché exclamar, y triste decidió volver a su hogar en donde no lo habían extrañado, pero sí estaban molestos porque no había llegado a tiempo para ayudar a los quehaceres, lo que le costó una gran golpiza; él resignado quedo erguido como un árbol fuerte recibiendo dignamente los cuerazos en la espalda y pensando que era culpa de Don ¨Pedro, sí tan sólo él hubiera cumplido su palabra de llevarlo siempre con él, nada de eso estaría pasando.

Por la noche, cuando todos se habían dormido, volvió a buscar su vela casi extinta y decidió ir de nuevo a aquel edificio a probar suerte. Antes de entrar sacó una cajita con cerillos para encender su pequeña vela y volver a subir las frías escaleras con el fin de en algún momento encontrarlo.  -Don Pedro- volvió a decir, pero está vez en un tono más laxo y dócil, cómo sí la calidez de su voz reviviera a los muertos.

Don Pedro había muerto un mes atrás, de neumonía dijeron los doctores, pero creo que fue de viejo. Él había sido el único que había tratado dignamente a aquel pobre niño rechazado que nunca se sintió parte de nada; Don Pedro se había convertido en el padre amoroso que siempre necesito y que sin querer suplió al ebrio que realmente tenía, hizo promesas que no podía cumplir como cualquier otro padre amoroso que trata de proteger a su hijo y la peor y que nunca se le olvidó fue nunca dejarlo solo.

Pobre niño, una y otra vez volvía a aquel viejo edificio a tratar de encontrarlo.....

Muchas noches pasaban y él repetía la rutina: Subía por las noches las frías y delicadas escaleras del edificio viejo y abandonado llamando a Don Pedro, deseándo con todas sus fuerzas que él le respondiera o por lo menos que pudiera encontrar el camino para llegar a él.


Este pobre "negro" se sentía desahuciado, a pesar de gozar de buena salud, y pedía todas las noches mientras subía las escaleras que ese mal se le fuera de una vez, fuera como fuera. Su devoción un día le fue premiada y justo cuando subía el último escalón descubrió que le habían regalado un bonito par de alas.







**** GRACIAS "PELOY" por no haberte ido, por haber guardado esas alas y nunca utilizarlas. Muchas gracias por tu paciencia, por tus consejos, por tu apoyo, por tus historias y sí quieres hasta por los regaños. Gracias Don Pedro, por haber ayudado a forjar a un hombre con buenos sentimientos, sé que sí usted viviera ahora mismo, se sentiría orgulloso de su labor... Gracias por haber enseñado a mi abuelo a dar amor sin esperar nada a cambio.

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