martes, enero 19, 2010

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Desde el momento en que nuestros padres deciden el nombre con el que nos llamaran los próximos años mientras la vida se nos va (y después de ella también) hemos quedado atados, sentenciados a llenar una personalidad que corresponda a ese nombre... que aburrido.

Ella aún es libre, por lo menos para mi, no se como se llama... ¿Su nombre será tan común como lo imagino?: María, Teresa, Rosa, o ¿De pronto me sorprenderá con uno místico?. Esta mujer de rostro ordinario me trae mal, no me deja dormir pensando en ella y sus manos, imaginando que las tengo entre las mías... no puedo dormir porque me paso la noche en vela imaginando cómo será su voz, cómo se escuchará su nombre pronunciado a través de sus labios... no puedo dormir.

1 comentario:

Francisco Palacios dijo...

Si el primer párrafo fuera cierto mis amigos no me llamarían francisco...

un momento...

Bueno, yo espero que ella se quede sin nombre, que él se imagine todo lo que podría vivir con ella pero que sólo se quede ahí, en el topus urannus, condición platónica que haría de ésta historia un placer de mis noches. Incluso les escribo un poema a estos dos. Luego te lo escribo por acá, o se los escribo a ellos mejor dicho.