La mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado insistía en su pregunta: -dime qué es lo que vez?- no sabía que decirle, no encontraba las palabras adecuadas para decirle lo que veía sin lastimarla, no quería decirle que veía claramente que su corazón se había secado casi por completo y que moriría próximamente. Le pedí que no insistiera en ello, que descansara.
Intenté salir de su casa, pero ella no me dejó, me pidió que pasara los últimos momentos de su vida a su lado, me dijo que el brazo se le estaba picando más, y tenía razón... me lo enseñó y me dí cuenta que el pequeño piquete que tenía, se había convertido ya en un gran piquete con pus y sange, era realmente desagradable, obviamente no me atreví siquiera a hacer cualquier expresión de asco o algo parecido, le dije que en ese momento iríamos al médico para que le atendieran, ella me interrumpió y dijo: -no tiene ningún caso, dulce niña, lo único que me ayudará será tu sonrisa, quédate conmigo-, no pude negarme ante tal petición, pero si insití a curar esas heridas. Le preparé comida y un almibar para hidratar ese pobre corazón; comimos juntas, reímos y al final lloramos... ella seguía contándome historias fascinantes, por un momento olvidé que ese era un momento triste porque me la estaba pasando muy bien a su lado. Cuando anocheció, la llevé a su cuarto, le conté una de las historias que mi madre solía contarme cuando era niña y tuvo el mismo efecto que tenía conmigo... se quedó dormida.
Al día siguiente me levanté muy temprano a prepararle el desayuno, esa parte ya me gustaba, lo hacía con cariño... como una hija que cuida a su madre mientras ella está enferma, -que alegria me da sentir a esa mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado como mi propia madre- pensé, aunque pronto esa alegria se convirtió en tristeza al pensar que en poco tiempo perdería a esa pseudomadre que había ganado... en fin, llevé el desayuno hasta el cuarto de mi mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado, la desperté y desayunamos juntas en una mesita que estaba en su balcón, hablamos un largo rato acompañando la plática con una taza de café, risas e instantes de silencio en los cuales sólo compartiamos miradas. Fue realmente hermoso, esos últimos días que estuve con ella me sentí realmente unida a una familia, me sentí realmente feliz... por primera vez en la vida podía citar exactamente un momento feliz, me sentía complacida aún al saber que la mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado se iría pronto...
Intenté salir de su casa, pero ella no me dejó, me pidió que pasara los últimos momentos de su vida a su lado, me dijo que el brazo se le estaba picando más, y tenía razón... me lo enseñó y me dí cuenta que el pequeño piquete que tenía, se había convertido ya en un gran piquete con pus y sange, era realmente desagradable, obviamente no me atreví siquiera a hacer cualquier expresión de asco o algo parecido, le dije que en ese momento iríamos al médico para que le atendieran, ella me interrumpió y dijo: -no tiene ningún caso, dulce niña, lo único que me ayudará será tu sonrisa, quédate conmigo-, no pude negarme ante tal petición, pero si insití a curar esas heridas. Le preparé comida y un almibar para hidratar ese pobre corazón; comimos juntas, reímos y al final lloramos... ella seguía contándome historias fascinantes, por un momento olvidé que ese era un momento triste porque me la estaba pasando muy bien a su lado. Cuando anocheció, la llevé a su cuarto, le conté una de las historias que mi madre solía contarme cuando era niña y tuvo el mismo efecto que tenía conmigo... se quedó dormida.
Al día siguiente me levanté muy temprano a prepararle el desayuno, esa parte ya me gustaba, lo hacía con cariño... como una hija que cuida a su madre mientras ella está enferma, -que alegria me da sentir a esa mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado como mi propia madre- pensé, aunque pronto esa alegria se convirtió en tristeza al pensar que en poco tiempo perdería a esa pseudomadre que había ganado... en fin, llevé el desayuno hasta el cuarto de mi mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado, la desperté y desayunamos juntas en una mesita que estaba en su balcón, hablamos un largo rato acompañando la plática con una taza de café, risas e instantes de silencio en los cuales sólo compartiamos miradas. Fue realmente hermoso, esos últimos días que estuve con ella me sentí realmente unida a una familia, me sentí realmente feliz... por primera vez en la vida podía citar exactamente un momento feliz, me sentía complacida aún al saber que la mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado se iría pronto...
Ese día en que ella partiría no tardó mucho en llegar, fue en una fría mañana de octubre; al despertar no fuí a su cuarto (no lo había mencionado, pero viví con ella desde que me di cuenta que su brazo estaba más picado), primero tomé un baño, después fui al mercado a hacer las compras, cuando volví preparé el desayuno con el mismo gusto de todos los días y se lo llevé hasta la cama como siempre... pero al entrar me llevé una muy desagradable sorpresa; la mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado estaba de pie, más demacrada que nunca, lloraba y se quejaba de un gran dolor en su brazo picado, cuando giró para enseñármelo pude ver que de él salían gusanos.... aahhh!!!!- grité al mismo tiempo que la charola caía al piso, ella me miró y enseguida cubrió el brazo y aterrada me dijo:- me están comiendo... el momento de partir ha llegado ya, dulce niña mía... sólo quiero que sepas que los últimos días de mi vida han sido los mejores, todo gracias a ti, te esperaré en el infinito... ahí te guardaré un lugar cerca de mi, por lo mientras guarda uno para mi en tu dulce corazón.- no podía creerlo, era inaceptable para mi enferma mente, simplemente era irreal... ambas llorábamos por la desesperación de no poder hacer nada, pero de repente aquella mujer con el corazón cada vez más seco y triste y con el putrefacto brazo picado me pidió que nos sentaramos a platicar en el balcón como lo hacíamos todos los días, acepté... una vez ahí ella me dijo: - mi dulce y encantadora niña, el tiempo que me queda contigo es poco, así que quiero pedirte que dejes de llorar o próximamente serás tú la mujer con los ojos secos y el corazón triste. Hágamos este momento mágico, haz que me vaya en paz... quiero que la última imagen que vea sea tu rostro y en él dibujada una sonrisa-, limpié mi rostro y fingí estar feliz, aún no se si ella creyó en eso, pero aparentemente si. Hablamos por horas sobre la vida y su vínculo con la muerte, me explico que la vida es una serie de étapas en las cuales se pasa a la siguiente superando retos y abriendo puertas para llegar a un destino final: la muerte, me dijo que la muerte es la última puerta de sálida de está vida, pero la primera (y única) de otra en la cual se tiene la promesa de alcanzar la paz tan anhelada en esta vida, así que (según ella), no tenía porque estar triste de que se fuera... eso por un lado, sin embargo, en algún momento me molestó que ella no hubiera pensado en lo que sería de mi, y justo en ese momento dijo:- lo único que me atormenta es que tú quedarás sola ante este cruel mundo de mentiras, no se si podré alcanzar la paz si me preocupo por ti...- fue en ese mismo momento cuando lo entendí, ahora sentía un gran amor por esa pobre mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado así que tenía que alegrarme de que se fuera, y mis pensamientos eran más bien egoistas porque no me daba cuenta de que ella sufría, así que la tomé por el brazo (el que no estaba picado) y la levanté, le di un gran abrazo y le dije : -mujer con el corazón seco y triste y un brazo picado, haz hecho suficiente por mi, es hora de que te vayas... pero antes dejáme decirte que también para mi estos últimos días han sido maravillosos, agradezco al destino por habernos juntado... te quiero (ésto último fue al oido)- ella tomó una carta de la mesita y me la dio al mismo tiempo que me decía: -no fue cosa del destino, creéme... en ésta carta encontrarás la respuesta a tu pregunta, te esperaré en el infinito... nunca me olvides, dulce niña mía- y en ese momento cayó al suelo en donde murió instantáneamente.
Su cuerpo fue comido por los gusanos que tenía en el brazo picado, no tardaron más de una hora en devorárla, yo lo vi todo... lloré durante ese tiempo y al final cuando hubo quedado sólo sus blancas prendas tendidas en el piso me arrodillé para levantarlas y guardarlas. Me senté en su cama a leer la carta que me dió, en ella me decía que esa era la segunda vez que volvía a éste mundo para encontrárme y que nuestros días juntas no habían sido cosas del destino, sino una orden que tuvo que cumplir de mi madre, pero que ella lo hizo con gusto y que realmente se sentía complacida de haberme querido y de haberme elegido para ser su compañera en la eternidad...
Esa fue la razón por la cual nadie sabía de ella, la primera vez que desapareció fue cuando murió (realmente) y cuando entré a su casa ella había vuelto para cumplir con lo que mi madre le pidió: hacerme feliz, y cuando lo cumplió pudo cruzar la última puerta... últimamente he soñado con ella, ahora ya puede verse en el espejo y se ve muy feliz, creo haber visto a Camila también... mi mujer que ya no tiene el corazón seco ni triste y menos el brazo picado me habla y dice que pronto vendrá por mi... yo la espero.
1 comentario:
mara: gracias por leerme... me alegra que te haya gustado. besitos
leon: cuando quieras trabajamos juntos, que bien que te identifiques conmigo, pero que mal que sea por los conflictos internos... cuidate mucho y gracias por visitar mi blog... besitos too!
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