lunes, noviembre 16, 2009

Relato sobre Nora: La mujer que un día fue realmente apreciada. (u otro post con contenido sexual)

Nora era una mujer tan común como la sal de cocina, tan prescindible que cuando enfermó de hepatitis nadie en el trabajo notó su larga ausencia (a excepción de su jefe quien sí fue avisado).

Nora se casó cuando era muy joven y no fue por amor, fue por el temor de nunca poder volver a hacer que un hombre se interesara en ella, prefería pasar la vida con un completo extraño, pero que la hiciera sentir segura. Su papel de esposa era más parecido al de madre: lavaba, planchaba, cocinaba, limpiaba, trabajaba para mantener al imbécil que la acompañaba y casi nunca era reconocida por sus méritos. Hacia mucho que Nora no se sentía mujer y su moral retraída y mal elaborada, no le permitía explorarse.

Dado que Nora no era una mujer de belleza opulenta, nunca fue considerada como una persona frágil y era llamada en la oficina para ayudar a hacer los trabajos duros como cargar cajas pesadas llenas de papeles o mancharse las manos al cambiar el toner. Así pues un jueves, después de que el camión repartidor de la papelería que les surtía llegaba y se desbordaba a la entrada del edificio, Nora  fue llamada para ayudar a acomodar las cajas en la bodega. Sin protestar, abandonaba su cubículo mientras con una liga se sujetaba el cabello, sabía que la faena sería dura y no quería sudar tanto. Abajo José Luis, le esperaba para que se coordinaran y comenzaran a acomodar las cosas. Poco a poco el edificio fue siendo abandonado, era ya la hora de comer, mientras tanto Nora y José Luis entraban y salían incesantemente de la bodeguita, pronto aquel cubil se iba llenando y el espacio se reducía a manera que cuando coincidían dentro, sus cuerpos se rozaban inevitablemente.

En un momento coincideron dentro de la bodega y el viento fuerte de las 2 de la tarde hizo que la traba en la puerta saliera volando, para la mala fortuna de aquellos dos, la puerta sólo podía ser abierta desde afuera y ya nadie estaba por ahí. No hicieron ni el más mínimo intento por gritar, sabían que aquello sería inútil, así que a oscuras se quedaron muy juntitos el uno del otro. Para romper el silencio alguien hizo una pregunta estúpida con una respuesta igualemente estúpida. Nora sintió en ese momento todo el peso de su frustada vida sobre los hombros, mientras que José Luis planeaba el momento oportuno para poder meterle la mano debajo de la falda, después de todo estarían metidos ahí por lo menos una hora antes de que alguien pudiera darse cuenta de que estaban encerrados.

José Luis era el tipo de hombre hábil con las manos y la lengua, en todos los sentidos, no era casado y ni le interesaba el tema. Había visto algunas veces pasar a Nora y siempre había notado que su trasero se miraba firme apesar de que ya no era una jovencita, siempre tuvo la intención de invitarla a salir, pero ella parecía no notar su presencia, apesar de que habían estado juntos en la bodega infinidad de veces.

En algún momento Nora inspiraba con mucha profundidad, como sí algo le doliera, José Luis creyó que estaba teniendo deseos sexuales y aprovechó la oportunidad para sujetarla por la cintura mientras rosaba suavente sus labios. Nora quedó inmóvil, sin reaccionar de ninguna manera ante el ataque, no pensaba. Él seguía insistente a sus própositos y continuó con las caricias que a medida que pasaba el tiempo aumentaban de intensidad. Nora comprendió que debía corresponder cuando sus calzones grandes confeccionados en algodón quedaron humedecidos al sentir el bálano de José Luis invadir el espacio entre sus piernas. El pequeño espacio en la bodega y que ambos medían casi lo mismo les favorecía para no tener que elaborar tantas  maniobras y así fácilmente José Luis, después levantar la falda de Nora sobre su cintura y bajarle los calzones, pudo penetrarla mientras ambos permanecían de pie. Aquello duro pocos minutos y a decir verdad fue una verdadera pena, sin embargo, para Nora era lo mejor que le pasaba en años y el recuerdo de esas sensaciones le duraran toda la vida.

Una vez que terminaron y ambos arreglaron sus ropas, decidieron esperar a que alguien pudiera rescatarlos del encierro, lo hicieron de manera silenciosa. De pronto la voz de Gloria se escuchó pasar por ahí y Nora rápidamente grito pidiendo ayuda, les abrieron y pudieron continuar con la labor de acomodar cajas en la bodega.

Pasados los días Nora y José Luis seguían siendo compañeros de trabajo que nunca hablaban y que esporadicamente coincidían en la bodega cuando un nuevo cargamento llegaba. A José Luis seguía pareciéndole que el trasero de Nora se miraba firme a pesar de que ella ya no era una jovencita.

3 comentarios:

Alfonso dijo...

Chale pues que triste que solo duró uno scuantos momentos, pero pue sla intención es lo que cuenta.
Ese tipo de historias me encantan
Saludos

Francisco Palacios dijo...

Es notoria la influencia de aquella imagen que viste hace algunos ayeres del señor subiendo la escalera en espiral.

Recuérdame hacerte un par de comentarios después.

Por cierto, yo podré ser todo lo asqueroso que quieras pero no importa por que TÚ tienes problemas con el juego.

Jacqueline dijo...

ALFONSO: pues si, pobre vieja... pero de algo a nada!!! jeje, Saludos.

FRANCISCO: pero que dices?? sí no me acuerdo de nada más de la peli mas que eso. Este tipo de historias las escribo porque se que tienen muchos seguidores, si no me crees leéte el comentario de arribita (a Alfonso le encantan.