Con un rato libre sólo quiero verte... cuando te tengo cerca no se que decirte: - ¿qué tal tu fin?- pregunto para romper el silencio, tú miras una nube en forma de cuchara: -bien, algo aburrido- me dices sin dejar de mirar aquella nube: -cuéntame algo- insisto en la plática.. : -¿qué quieres que te diga?- me respondes con la mirada perdida -¿qué hiciste el sábado?- pregunto, -pues... nada, aburrirme y pensar en ti- una ligera sonrisa se dibujo en mi rostro y las palabras se quedaron encerradas en mi garganta, -cuéntame tú una historia- dijiste, - una historia... mmmhh!!!, déjame pensar... ah!, ya se, ¿te conté del día que le saque los ojos a Wendy?- una expresión de horror se dibujó en tu rostro, - ¿le sacaste los ojos a Wendy?- preguntabas asombrado, -si, un día ella me miraba con esas grandes canicas verdes, me molestaba mucho, era la misma expresión que tú hacías cuando me mirabas y no me hablabas. Le pedí amablemente que dejara de hacerlo, pero no entendía y todos los días hacía lo mismo, hasta que un día me fastidio y le advertí que le sacaría los ojos sí volvía a hacerlo, no entendió y ese día en la cafetería mientras Jacqueline comía papaya con sandía se me acercó y dijo: -no creo que vayas a sacarme los ojos- me dijo sarcásticamente la muy perra, tomé mi tenedor y se lo clavé en el ojo izquierdo, lo jalé fuertemente y corté su nervio óptico con el cuchillo, puse el ojo en mi plato y lo partí en cachitos, me lo comí mientras ella sangraba y lloraba, yo sólo reía y le dije en un tono juguetón: -te lo advertí!- desde entonces utiliza un ojo de vidrio y ya nunca me mira- terminé la historia y te fuiste. Más tarde, volviste pidiendo que no te sacara los ojos: -te lo juro- respondí a tu suplica, mientras tanto me tomabas tiernamente del rostro y llenaste mi cara con dulces besitos y caricias: -qué bonito luces, flaquito!, me encanta comunicarme contigo en silencio, ¿escuchas todo lo que te digo?- preguntaba, ahora yo con la mirada perdida: -escucho más de lo que dices, flaquita!- no se cuánto tiempo pasé abrazada a ti ese día, ojalá nunca hubiera terminado. – ¿y volverías a hacer a hacer otra cosa como la de Wendy?- me preguntaste curiosamente: -claro!- respondí con énfasis: -no me digas!!!- una expresión de sorpresa y maldad inundó nuestros rostros: - ¿a quién quieres que asesine, amado mío?- te pregunté ansiosa, me respondiste con la mirada... un joven solitario se encontraba sentadito leyendo “la nausea”, dijiste que lo odiaste desde que lo viste, y ahora también yo lo odiaba; su plácido y pálido rostro me provocaba nauseas, tenía tantas ganas de patear su lindo rostro hasta deformarlo, pensaste lo mismo: -quiero que se joda el maldito!- gritaste con rabia: -yo lo haré por ti bonito, no te preocupes, vale?- te dije mientras me alejaba, me dirigí caminando seductoramente hacía aquel chico: -me encanta Sartre – le dije, me miró y dejó su lectura: -pretendes seducirme?- dijo, yo sólo acerté con la cabeza: -me llamo Arturo- dijo mientras me besaba la mejilla, una sensación repulsiva inundó mi mente y todo mi ser, la microgota de saliva que dejó en mi mejilla me quemaba, sentía que en cualquier momento vomitaría... le pedí que fuéramos a otro lado, el pobre idiota aceptó, sin sospechar siquiera de lo que pasaría... el fastidio es mucho y las palabras pocas, me limitaré a decir que lo del ojo de Wendy fue sólo el principio de una noche de dolor puro, de él ni el recuerdo quedó.
miércoles, noviembre 30, 2005
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1 comentario:
Oh me encantó, me llenó de confusion y extraña gracia sádica...
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